24 de abril de 2020

Los Pentangles en el Ártico


La historia de John Franklin es archiconocida. Antes de libros y series actuales no había adulto ni adolescente en Inglaterra que no supiera las andanzas de este aventurero. El Paso del Noroeste siempre fue una quimera durante muchos siglos y uno de los que lo intentó fue Franklin. Su último viaje comenzó en 1845. ¿Por qué su historia es más conocida que la de otros navegantes de la época, muchos de los cuales corrieron su misma suerte? Puede que a lo poco que conocemos de los últimos días de los 128 pasajeros del HMS Erebus y del HMS Terror y a la insistencia durante muchos años de su mujer por encontrarlos. Ante lo desconocido nuestra mente vuela hasta los recovecos más morbosos e imaginamos todo tipo de finales crueles y agonizantes para esta expedición. Lo peor de todo es que seguramente fue peor que cualquier ficción creada por nosotros. Tras quedarse atrapados entre toneladas de hielo, poco a poco fueron muriendo todos. De escorbuto, neumonías, tuberculosis, intoxicaciones por plomo debido a unas latas mal conservadas, hambre, canibalismo o tal vez, como sugiere el libro El Terror de Dan Simmons, por una bestia salvaje. Uno de los errores mayores que cometieron fue no seguir los consejos que ya daban ciertos navegantes, usar las técnicas de los inuit para sobrevivir. Entre ellas estaba la de comer carne fresca, fundamentalmente hígado, para combatir el escorbuto, usar ropas de pieles de animales y no de lana para el frío, etc. Pero durante muchos años a los inuit se les veía como salvajes. Tuvo que llegar la mentalidad nórdica y metódica de Amundsen para copiar todas ellas y conseguir, esta vez sí, el tan ansiado paso del noroeste.
Basado en el posible final de la expedición de Sir Franklin Sir Edwin Landseer pintó en 1864 "El hombre propone, Dios Dispone" que causó un pequeño escándalo en la exposición anual de la Rotal Academy. No hay más que ver el cuadro.
Pues bien, una historia tan clásica que llevó a escribir multitud de poemas y cánticos no podía pasar desapercibida para un grupo de folk británico purista a más no poder, Pentangle. En él se juntaron dos guitarristas de la talla de John Renbourn y el mítico Bert Jansch, la voz preciosa de Jacqui McShee, la batería de Terry Cox y el bajo Danny Thompson. La letra de la canción data de 1850 y se llama Lord Franklin (la traducción es del gran Javier Reverte, escrita en su libro En mares salvajes: Un viaje al ártico).

Mientras navegábamos una noche de regreso a casa,
Me balanceaba en mi hamaca y me quedé dormido.
Tuve un sueño, que di por cierto,
sobre Franklin y su valiente tripulación.

Con cien hombres se embarcó
Hacia el helado océano en el mes de mayo
Para buscar un paso alrededor del Polo
Adonde sólo los pobres marinos van en ocasiones.

Después de crueles fatigas y vanos esfuerzos,
Los barcos quedaron encallados sobre montañas de hielo.
Sólo el esquimal con su canoa de piel
Puede atravesar aquellos lugares.

En la bahía de Baffin, donde resopla la ballena,
Nadie tiene noticias del destino de Franklin,
No hay lengua que pueda hablarnos de la suerte de Franklin,
Ni decirnos en dónde se encuentran lord Franklin y sus marineros.

Y ahora la pena pesa sobre mí
Al recordar la desdichada navegación de Franklin.
Daría con gusto 10.000 libras
Por saber en dónde se encuentra lord Franklin.

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