Johnny Cash siempre ha tenido fama de ser un tipo duro. Un tipo al que ni las drogas ni los crudos avatares de la vida podían tumbar. Pero todos tenemos nuestra kriptonita... Y Cash la descubrió en los 80, cuando un avestruz de su granja le arreó una patada que casi lo mata. Literalmente. Cash acabó en el hospital con 5 costillas rotas y una hemorragia interna.
Cash en su granja con animales menos peligrosos que el avestruz |
Pero volvamos al suceso avestruz. Las secuelas del golpe le hicieron volver a sustancias no deseadas, básicamente para disminuir los dolores. Morfina, analgésicos, somníferos y finalmente vuelta a su talón de Aquiles, las anfetaminas. Al final no le quedó más remedio que ingresar en la Betty Ford Clinic. "Apetitosa comida, buena gente, fabulosas conferencias." El caso es que su avestruz le cambió la vida, porque sintió una especie de iluminación que asoció a la misma luz blanca que transformó a San Pablo. "Como Pablo al ser abatido por la Luz caí de espaldas, pero a diferencia de Pablo, me rompí varias costillas al dar con una roca." Y nuestro Hombre de Negro se puso a investigar, ávido de información, la conversión de Saulo de Tarso en San Pablo. Fruto de ello surgió la novela El Hombre Blanco, que llegó a las librerías en 1986.
"La conversión de San Pablo", de Murillo |
"Mis temas favoritos son los caballos, los ferrocarriles, el
territorio, el Juicio Final, la familia, los tiempos difíciles, el
whiskey, el cortejo, el matrimonio, el adulterio, la separación, el
asesinato, la guerra, la cárcel, los paseos sin rumbo, la condena, el
hogar, la salvación, la muerte, el orgullo, el humor, la piedad, la
rebelión, el patriotismo, el hurto, la constancia, la tragedia, el
gamberrismo, el desamor y el amor. Y la Madre y Dios."
Los amigos del nazareno se habían unido
y eso me encolerizó
y celosamente llevé a cabo una matanza.
Sus lugares secretos descubrí,
hice que los azotaran, que los encadenaran,
pero algunos lograron huir
temerosos de mí y con razón.
Entonces se me apareció
el Hombre de Blanco
en un halo de luz tan cegadora
que caí a tierra
y aquel resplandor
me privó de la visión.
Entonces el Hombre de Blanco
habló con voz dulce y afable,
me había dejado ciego para que pudiera ver
al Hombre de Blanco.
© 1986, JOHN R. CASH
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